Porque todos llevamos un jardincito por dentro...
El horizonte se vuelve obstáculo
cuando dejamos que el exterior
se apodere de nuestros paisajes interiores;
cuando dejamos que las miradas se pierdan
y se olviden de los alegres valles y verdes colinas,
de las anchas playas de blanca arena
y los bulliciosos acantilados de espumosa picardía
que bullen dentro de nosotros.
Miradas que nos recuerdan, en sordo grito,
que hay que acudir, re-posar, re-cargar y re-vivir
bañados en nuestra verdadera esencia.
Miradas que, al final, no se pueden ocultar;
y se nos escapan entre botones de chaquetas,
suelas de zapatos, nudos de corbatas,
capas de maquillaje, anteojos de sol...
Comentarios
y todo a 'partir' del horizonte, que 'parte' el cielo de la tierra y no nos deja 'partir' hacia lo que está aquí.
Porque tantas veces nos han dicho que “hay que poner la mirada allá, a lo lejos, en el horizonte, para lograr …,” qué?
Me pregunto: qué pasa con lo que ya está aquí?, lo ignoramos, lo dejamos a un lado, porque el horizonte nos reclama atención?
El paisaje interior, ese “jardincito” de flores y aromas, de plantas y vida, protegidas desde y con amor, es un pasaje, un pasadizo que cuando crece, cuando madura, es cuando nos permite disfrutar realmente del “jardincito” exterior.
Kocol, camino contigo en aquello de que “Miradas que, al final, no se pueden ocultar”; se nos escapan las miradas con su propia vida, se nos escapan en lazos mal enlazados, en un instante de silencio, en una espalda, en una manera de pisar, en una sonrisa amplia, … en una lejanía colocada en el horizonte, se nos escapan.