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Mostrando entradas de septiembre, 2007
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"Las armonías de tu voz revolotean en mi cabeza aún ahora que no estás. Tus anécdotas de ayer, tus nostalgias de volver a lugares conocidos, a espacios familiares impregnados de orgullo, de respeto, de valores, de personalidad, de tradición, de amor... Tus cuentos de siempre cimientan mi hoy y me llenan de fuerza para un mañana que intento construir a trazos, a instantes, a golpes, a veces, pero sintiéndote a mi lado en todo momento". Sobre Kocol.
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"Para papá..."
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"Sabía que las barreras que le aislaban no eran físicas ni dependían de los demás. Sabía que debía encontrar el coraje para comunicarse, hablar y preguntar lo que quería saber. ¿Y cómo se haría eso?" Sobre Kocol.
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"Todo lo que soy ahora –dijo-, es el resultado de tantos años de no saber, de aprender, de tropezar, de caer, de equivocar, de comenzar otra vez. Y ése -argumentó- es mi mayor atributo. Al final del día, le gustaba cómo era. Aceptaba y reconocía sus fracasos y luchaba por desarrollar cada día más sus talentos, sus voluntades de bien, su deseo por mejorar sus rincones, su entorno, su mundo". Sobre Kocol.
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"El radiante sol y el salitre cochenses agrietaron y sanaron muchas de las heridas de su pequeño cuerpo. Su concha relucía y había retomado un color vivo, fuerte. A pesar de la desazón, cerró sus ojos y vagó, como había aprendido a hacer, dentro de sí mismo y agradeció cada detalle de su entorno que le hacía sentir esa renovada existencia: Dios, el viento, el oleaje, la arena, la sal, los rayos del sol, la presencia de otros seres vivos, la esperanza… y así quedó rendido sobre la playa, agotado pero satisfecho de otro día vivido". Sobre Kocol.
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"Extrañaba la cálida sensación, ya casi olvidada, de hogar. Los olores, las texturas, los sabores, las formas, los colores le guiaban de un lado a otro y se sabía a salvo. Y recordaba y sentía y sonreía ante el recuerdo… Una familia está compuesta de muchas cosas más que seres vivos". Sobre Kocol.
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"La primera vez que tuvo conciencia de su ubicación, se encontraba en las limpias arenas de la playa del antiguo hotel Concorde en la isla de Margarita. Su cuerpo intentaba esconderse entre la húmeda arena para protegerse del implacable vaivén de las aguas que le remojaban pero a la vez le alejaban de la línea de playa. Fue la primera vez que se dio cuenta de su solitud, ¡era uno!, su otra valva ya no estaba con él y su cuerpo se confundía entre las decenas de compañeros que parecían haber corrido con la misma suerte". Sobre Kocol.
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"Sus primeros pasos le llevaron hacia la costa Oeste de la playa, frente a la gran isla, la de Margarita, a la izquierda de lo que había sido su hogar. De vez en cuando enormes conchas rugosas anaranjadas irrumpían en su camino, pero las lugareñas no tenían nada que decir o no querían decirlo. Su mutismo le mataba pero sabía que se enfrentaba a la rigidez ancestral de la familia de los bivalvos; no iba a ser fácil que alguien le contara lo que había pasado". Sobre Kocol.
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"El brillo de la mañana sobre el azulísimo mar sólo se vio opacado por el resplandor enceguecedor de las blancas arenas que le esperaban en la orilla. Cuando por fin pudo hundir su cuerpo en la húmeda playa, decenas de recuerdos y sensaciones se agolparon en su mente y, a pesar de su corta edad, sintió el peso de las tradiciones y de la historia familiar y se hundió aún más. Sobre la línea de playa, sólo algas producto de la tormenta de hacía un par de días, huellas humanas sobre la arena y piedrecillas salpicando de color el blanco lienzo a sus pies". Sobre Kocol.
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"La salida desde la playa El Yaque fue confusa. No lograba reconocer nada. Nunca había visto su mundo desde arriba, desde afuera. Se aferró a la proa del peñero y dejó que su mirada se perdiera en aquel horizonte que comenzaba a dibujarse en forma de costa blanquecina. Su cuerpo se acomodó a las gotas de agua salada que le humedecían, su valva cobró vida y quiso volar y se supo en casa". Sobre Kocol.
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