¡A volar!
Y un buen día nos damos cuenta
de que no valía la pena aislarnos ni andar escondidos,
ni lucir máscaras ni disfraces ante los demás,
ni pintarnos de sepias para pasar desapercibidos entre ellos.
Y un buen día, amanecemos expectantes, inquietos,
buscando fondos desde los cuales levantarnos
y erguirnos y asumirnos en particular personalidad.
Y ese día, entrañas en mano y alma en la otra,
nos damos cuenta de que estábamos solos,
sin testigos, ni jueces y desplegamos las alas multicolores
y revelamos nuestra verdadera esencia, nuestro ser...
¡y volamos!

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